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La Nueva Domus de
Livia
El Hacedor de Tormentas
by Livia
Es la primera noche que pasan juntos desde que Draco salió del hospital. Sus padres, para disgusto del joven matrimonio, se han instalado en su nuevo hogar de Belgravia y no dan pistas de cuándo piensan irse. Astoria está que se sube por las paredes y no para de buscar excusas para salir de casa con Scorpius. A ver si así se dan por aludidos. El resultado de esas salidas es que hoy Harry y Draco han podido hacer el amor en una cómoda cama, de la que el primero —para su desazón— todavía ignora el precio. Draco ha salido a hurtadillas de su propia casa, apareciéndose en la de Harry, tras decirles a sus padres que se retiraba a su habitación, supuestamente, para dormir.
Después de hacer el amor, Harry le cuenta la cara que se le había quedado al Jefe de Aurores cuando le vio en aquella esquina del despacho de Hermione, y Draco suelta una buena carcajada. Habían decidido dar este paso después de discutirlo mucho. Hermione les había dicho que Robards estaba insistiendo demasiado en cómo había llegado ella tan rápido a la sala de reuniones, sin que nadie hubiera dado aviso todavía, y acompañada de Astoria Malfoy, además. Era solo cuestión de tiempo que Robards empezara a atar cabos, considerando que también estaba la inexplicable desaparición de la moto de Harry, que hasta esa fecha nadie había sido capaz de mover. Kingsley había estado de acuerdo. Harry no las tenía todas consigo y propuso el veritaserum. Draco estaba completamente en contra.
—¿Crees que podemos confiar en él? —pregunta Draco.
Harry asiente, estirándose un poco para acabar apoyando la cabeza sobre el pecho pálido y escaso de vello de su compañero.
—Creo que después del sobresalto, se quedó bastante aliviado de verme vivo. Se deshizo en excusas y justificaciones. La ventaja es que ahora también podrá echar una mano, cuando le necesitemos.
Draco asiente, pero no parece muy convencido. A él, la idea de involucrar a Robards le ha incomodado desde el principio.
—¿Has hablado con Shacklebolt últimamente? —pregunta.
—Con él, no. Pero sí con Hermione. Ha sido ella quien me ha dicho que Kings ha puesto a los magos golpeadores de su confianza a investigar y vigilar a Cattermole, Warbeck y Haywood, los que sospechamos que son los cabecillas de todo este movimiento anti sangre pura. Y esos golpeadores, por lo visto, antiguos compañeros de Kings, le guardan una gran lealtad.
Había quedado bastante claro que Pickering y Hopkins no pintaban tanto como habían creído al principio.
—¿Crees que también fueron ellos los que intentaron envenenarme? —Draco hace una mueca de fastidio— Estoy seguro de que a Cattermole no le caigo muy bien… Siempre me mira como si estuviera contemplando una mierda, desde su asiento en el Tribunal. Y es de los pocos que no se ha interesado por mi salud, cuando he vuelto.
Harry le da un besito en el hombro, en un gesto de cariño.
—Voy a averiguarlo —promete—. Lo más complicado ahora mismo es conseguir que Gringotts facilite el movimiento de sus cámaras para averiguar si el dinero con el que pagaron a los sicarios que me atacaron, salió de alguna de ellas. Y saber si recientemente ha salido otra cantidad de galeones que no puedan justificar.
Draco se queda pensativo unos momentos.
—¿Y si fue alguien de la reunión? —pregunta— Las jarras de agua estaban encima de la mesa. Había tres —recuerda—. Cualquiera pudo echar el veneno en los minutos previos a sentarnos, cuando todavía estábamos de pie, saludándonos, y nadie prestaba demasiada atención a la mesa.
—Puede ser… Robards también lo está investigando.
Draco deja escapar un bufido.
—Parece que, después de cuatro años, el tipo ha recordado que es el Jefe de Aurores —ironiza ácidamente—. No parecía tener tanto interés cuando creíamos que habías muerto. Reconozco que llegué a pensar que tenía algo que ver.
—Sí, yo nunca lo descarté —reconoce Harry—. Aunque se me hacía difícil de digerir.
Se quedan en silencio unos momentos. Son las dos de la mañana y se encuentran en ese momento dulce en que descansan uno en brazos del otro, además sobre un nuevo y cómodo colchón, acariciándose distraídamente. Harry deja escapar ese suspiro profundo y relajado, que anuncia que va a caer dormido de un momento a otro. Pero Draco todavía tiene una última cuestión. Carraspea un poco y dice:
—Así que la ministra muggle necesitó que la salvaras…
Lo que Harry deja escapar ahora es un gruñido. Habría puesto los ojos en blanco si no los tuviera ya cerrados y ninguna intención de volver a abrirlos hasta el día siguiente.
—Ya estabas tardando… —masculla.
Pero a los dos segundos, ya está dormido. Sin embargo, Draco todavía tarda un poco en coger el sueño. Sigue acariciando la piel de Harry, a ese intrínseco tatuaje que la cubre y al que ahora debe su vida. Los momentos que pasa con Harry se le hacen tan cortos, parece que vuelen. No quiere tener que levantarse antes de las seis de la mañana para volver a casa. No quiere perderse más duchas y desayunos juntos. Quiere poder sentarse en el sofá y compartir momentos de lectura, de conversación sobre cosas cotidianas que no tengan nada que ver con “los que querían matarte a ti o los que querían envenenarme a mí”. Quiere hablar sobre sus hijos, de cómo van a lograr que crezcan como si fueran hermanos, de si Harry querrá volver a trabajar como auror —cosa a la que él piensa poner todas las trabas posibles—, o si permitirá que Draco le consienta para que se dedique a algo que simplemente le apetezca hacer, aunque no sea un trabajo remunerado propiamente dicho. Conociendo a Harry, se teme que no lo permitirá. No por ello Draco dejará de intentarlo.
Draco sabe que, en algún momento no muy lejano, deberá plantearle a Astoria su separación.
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Robards se está ocupando personalmente de la investigación y vigilancia de Cattermole, Warbeck y Haywood, ayudado solamente por dos aurores de su completa confianza, los mismos que le acompañaron al ministerio búlgaro, ignorando que los golpeadores de Shacklebolt están haciendo lo mismo. Sin embargo, el listillo de Potter le ha lanzado, inadvertidamente, algún hechizo que le impide caer en la tentación de revelar que está vivo. Se lo hubiera dicho a Wayne y Spooner, porque confía en ellos. Pero comprende por qué Potter no. Al fin y al cabo, sus compañeros le dejaron caer; ninguno de ellos dio la cara por él, a pesar de que tampoco encontraron pruebas de la supuesta conspiración sangre pura. A Robards le hierve la sangre de pensar como Cattermole y sus compinches le manipularon, le dieron esperanzas y después, también él supo lo que era que le dejaran caer. Y les tiene ganas. Muchas ganas. Merlín se apiade de esos malditos manipuladores cuando, por fin, ellos también caigan.
Pickering sigue escondido, solo que ahora bajo la custodia de la Oficina de Aurores, y cuenta con la protección de dos brujas guardianas. Robards le ha interrogado personalmente y su testimonio será de gran ayuda, pero no deja de ser su palabra contra la de los demás. Mañana volverá a Gringotts y amenazará un poco. A ver si esos duendes testarudos se dan por enterados y le facilitan los movimientos de las cámaras que ha pedido.
Lo que el Jefe de Aurores tampoco sabe, es que Harry ha solicitado ayuda a Bill y a Fleur. Como decía Dumbledore, no hay que poner todos los secretos en el mismo cesto. Y, realmente, aunque parece que Robards le está poniendo mucho interés, se fía mucho más de Bill y su mujer que del Jefe de Aurores. Seguramente, el matrimonio será capaz de conseguir la información que necesitan de esas cámaras mucho antes que Robards.
No obstante, ahora se enfrentan a un nuevo obstáculo: Hopkins ha desaparecido. Al contrario que Pickering, quien se acojonó y aceptó declarar a cambio de protección y, tal vez, de librarse de Azkaban, Hopkins optó por huir después de ser confrontado por la Ministra Weasley y Shacklebolt. El ex ministro y también ex auror, astutamente le lanzó un hechizo de seguimiento y lo tuvieron localizado durante algunos días. Pero después, de pronto, perdieron el rastro.
Robards está trabajando también en la posibilidad de presentar varias memorias de Pickering, sobre las reuniones celebradas para planear el ataque a Potter. Memorias que solo ha visto, pero no custodia, porque Shacklebolt volvió a llevárselas, según él, a un lugar seguro. Cosa que le molestó bastante porque le dio a entender que Potter y los demás todavía no confían totalmente en él. Sin embargo, para poder presentarlas ante el tribunal como prueba, requieren de una autentificación por parte de expertos que verifiquen que tales memorias no han sido alteradas, modificadas o implantadas. Y este proceso requiere de tiempo. No obstante, no es lo que tardarían los expertos en autentificarlas, lo que de momento les impide utilizarlas, sino el hecho de que la hermana de Warbeck trabaja en el Departamento de Accidentes y Catástrofes, en el nivel tres, donde se encuentra la sede de los desmemorizadores y, entre ellos, los especialistas en la modificación e implantación de memorias falsas.
La revelación de que Potter está vivo es un as que todos se guardan en la manga, y seguramente, un gran golpe de efecto, cuando llegue el momento. Pero, en opinión del Jefe de Aurores, será poco más que eso. Lo único que Potter podrá testificar es que le atacaron y le dejaron medio muerto. Probablemente, incluso podrá identificar a los rusos detenidos en Bulgaria. Pero no podrá aportar pruebas sobre las personas que los contrataron. Claro que también ignora todo el trabajo que Harry está haciendo por su cuenta para conseguir esas pruebas. Así que, bajo el punto de vista de Robards, necesitan obtener acceso a las cámaras de Cattermole, Warbeck y Haywood como sea. Y si consigue pruebas que sostengan una sospecha razonable, puede que la Ministra Weasley se sienta generosa y acceda a la utilización de veritaserum.
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¿HARRY POTTER UN FANTASMA? HARRY NUNCA HA SIDO UN FANTASMA
Dejando aparte a los entes no corpóreos formados de ectoplasma, ser un fantasma es la expresión coloquial que utilizamos para referirnos a una persona que presume de tener o hacer algo cuando, de hecho, ni lo tiene ni lo hace. Es una persona que intenta impresionarnos con mentiras. Les aseguro que Harry Potter NUNCA ha sido un fantasma.
Pero es cierto que a Harry se le acusó de ser un mentiroso cuando dijo que el Señor Oscuro había regresado. Se difamó desde el Ministerio y desde las páginas de El Profeta a un chico de catorce años que acababa de pasar por una de las experiencias más traumáticas de su vida. Sin embargo, el tiempo le dio la razón: Voldemort regresó y todos sabemos cómo acabó todo después. Y, les recuerdo, que fue desde las páginas de esta revista que se le dio voz para que contara lo que era una verdad a gritos.
Harry Potter jamás mintió y yo tampoco lo haré: Harry nunca ha sido un fantasma, damas y caballeros. Porque, para ser un fantasma, es imprescindible estar muerto, ¿verdad? Y Harry vive en nuestros corazones.
Preguntémonos, por un momento, que haría Harry, ya no como fantasma en busca de venganza, sino como el auror responsable, con gran sentido del deber que siempre protegió a los indefensos y detuvo a los transgresores de la ley. Harry, un mestizo, no comulgaba con la corriente anti sangre pura que todavía hoy nos azota, porque creía en la igualdad de magos y brujas, fuera cual fuera el estado de su sangre, creía en defendernos a todos por igual. Y esa fue su perdición.
Seguramente, hoy, Harry se daría una vuelta por el Ministerio y le echaría un ojo, primero, a la Oficina de Aurores, de donde le dieron la patada. Tal vez, por aquel entonces, el Jefe de Aurores estaba más interesado en postularse para un puesto político que en darse cuenta de la manipulación de la que estaba siendo objeto. Pero Harry no cobraría venganza contra él, puedo asegurárselo. Porque de sabios es rectificar, y así ha sido.
El segundo lugar que visitaría, sin la menor duda, sería el despacho de la Ministra de Magia, en aquel momento, Jefe del Departamento de Seguridad Mágica. Tampoco habría acritud hacia ella. Probablemente, hablarían y debatirían, como habían hecho siempre y no debieron dejar de hacer. Cuando tienes hijos y los ves amenazados se puede perder un poco el norte. Pero de sabios es rectificar, y así ha sido.
El tercer lugar por el que se pasearía Harry sería el tribunal donde se reúne el Wizengamot. Y les aseguro, damas y caballeros, que es precisamente allí donde se le acabaría la benevolencia. Porque de ese lugar parten las voces que claman por una igualdad que no es tal, cuando lo que se clama es hundir a los demás para levantarse por encima de ellos, aplastando sus cabezas, como ya se hizo en un pasado que ninguno de nosotros quiere recordar. Y todos conocemos esas voces con nombres y apellidos. Las que han alentado detenciones sin motivo ni sentido. Las que han pretendido apropiarse de cámaras ajenas. Las que han intentado promulgar leyes sobre ancestros y árboles genealógicos. Las que han obligado a muchas familias a instalarse fuera de nuestro país.
Porque, entre los legisladores de tan alto tribunal, están los instigadores de su desgracia. Y Harry lo sabe.
Radcliffe Birdwhistle
Después de un largo período de silencio, el nuevo artículo de Birdwhistle causa sorpresa y preocupación. Y un gran malestar entre los miembros del Wizengamot. El autor ya había lanzado acusaciones, tal vez más veladas y no tan precisas, sobre la muerte de Harry Potter con anterioridad. Sin embargo, ahora ha señalado directamente al tribunal mágico.
Cuando la puerta del despacho de la Ministra de Magia se abre intempestivamente y un iracundo Elijah Cattermole irrumpe en él, Hermione, que en otras circunstancias se habría sentido muy molesta, tiene que esconder su complacencia ante tan maleducada invasión.