top of page

Quidditch

by Livia

Capítulo III

          El último partido de los Chudley Cannons contra las Wimbourne Wasps ha sido casi decepcionante para los aficionados. No por el resultado, sino por su duración. Potter ha tardado, y le han cronometrado, dos minutos y trece segundos en atrapar la snitch una vez ha aparecido en el campo. Y lo ha hecho con una cara de mala hostia que parecía que en lugar de querer atrapar la snitch, quería matar a alguien. Ni siquiera lo ha celebrado.

          Los periodistas deportivos han tratado de entrevistarlo cuando los jugadores han salido del vestuario, ya duchados y preparados para celebrar la victoria —sus lugares de celebración siempre son secretos para que la prensa les deje tranquilos. Por primera vez, Potter no ha querido atenderlos y les ha largado un escueto sin comentarios, que ha dejado a los periodistas intrigados y todavía con más ganas de perseguirlo. Algunos compañeros lo han rodeado y mantenido a los periodistas a raya para que pudiera llegar hasta la zona de aparición del estadio sin que le molestaran. Al día siguiente, los periódicos saludan a sus lectores con titulares tales como “Potter asesina la snitch más que atraparla” o “El cambio de manos del club no parece haberle sentado bien al buscador estrella de los Cannons”.

          Con un ejemplar de El Profeta en la mano, Pansy está segura que solamente es cuestión de tiempo que algún compañero de Hogwarts de su generación empiece a sacar trapos sucios entre Potter y Draco, y los periodistas tengan carnaza para meses. Y no será Potter el que saldrá más malparado. De eso, también está segura.

          La relaciones públicas de Industrias Malfoy ejecuta un tempus con la varita para confirmar que Potter llega tarde. En el estudio está todo a punto. La ropa deportiva colgada de la burra esperando a que el jugador la luzca. El peluquero preparado para luchar contra el pelo de Potter y la maquilladora con sus pinceles listos para suavizar su expresión, si puede. Y André, el fotógrafo, revisando sus cámaras una y otra vez, nervioso, porque resulta que es un gran fan de Potter, protagonista de la mayoría de sus sueños húmedos, según le ha confesado a Pansy en su último ataque de stress.

          —¿Estás segura de que le has dado bien la dirección flu? —pregunta André por decimotercera vez en los últimos cinco minutos.

         Pansy le mira con irritación, pero ya no le contesta. Como Potter no llegue en los próximos cinco minutos, se va a encontrar con una citación del Wizengamot. ¡Por sus ovarios! Sin embargo, la chimenea del estudio se ilumina en verde en aquel preciso momento, escupiendo a un Potter con cara de pocos amigos y a su abogada.

         —¿No te enseñaron a ejecutar un tempus, Potter? —pregunta de malhumor.

         Pero es la abogada quien responde.

         —Lo sentimos, señora Parkinson, un contratiempo de última hora. Les rogamos que nos disculpen —acaba, dirigiéndose a todos en un tono moderado y conciliador.

          ¿Contratiempo de última hora? Pansy está segura de que la abogada ha tenido que arrastrar a Potter hasta aquí con más amenazas de las que ella misma habría proferido.

         Sin tiempo para dedicarle unas palabritas a la zorra de Parkinson, Harry se ve arrastrado hasta una silla por el emocionado fotógrafo, donde le sientan mientras el peluquero empieza a meterle mano a el pelo y la maquilladora estudia con suma atención su rostro.

         —No le aplastes el pelo, Richard, que se vea natural, de esa manera sexy que siempre lo lleva…

         Harry traga saliva, mientras soporta con estoicismo los tirones del tal Richard.

         —… Y sin mucho maquillaje, Paula, pero remarca sus ojos, que ese precioso verde resalte, quítale brillos y poco más —André se lo repiensa un momento con los ojos fijos en los carnosos labios del jugador—. Y haz que esos labios parezcan todavía más jugosos de lo que ya son.

         Harry está a punto de pegar un salto de la silla y marcharse, le lleven ante el tribunal mágico o ante el mismísimo Merlín resucitado. Pero la furiosa mirada de Lisa le clava otra vez en ella. El jugador aprieta la mandíbula mientras la maquilladora frunce el ceño y suspira. Quitarle la expresión de mala leche a este hombre va a ser harto difícil…

         Cuando maquilladora y peluquero terminan, Parkinson le indica a Harry que puede empezar a probarse las prendas para las fotos.

         —Puedes cambiarte tras ese biombo —le señala, al tiempo que le da el primer conjunto.

         Harry prácticamente se lo arranca de las manos. Ella sonríe, satisfecha.

       —Te gustará saber qué hemos copiado tanto el tipo de tela como el diseño de los muggles, Potter —explica después, en ese tono tan suave y educado que se gasta ahora—. Estas prendas se arrapan completamente al cuerpo y permiten una gran libertad de movimiento. Imagínate sobre una escoba. De hecho, estamos estudiando que el equipamiento oficial del Puddlemere sea de este tipo la próxima temporada.

         Se oye un fuerte bufido tras el biombo.

         —¿Y por qué no los hacéis jugar desnudos? No habría mucha diferencia…

         —¿Estas listo? —pregunta Pansy, reprimiéndose para no responderle.

         —No pienso salir vestido así.

         —Vamos, Potter, no me seas nenaza… —y dirige la mirada hacia la abogada quien, resignada, se dirige hacia el biombo.

         —Déjame ver —pide Lisa.

         Pansy puede ver como los ojos de la abogada se abren como platos y su boca pronuncia un silencioso ¡oh!

         —Te… queda bien —afirma Lisa, intentando no ahogarse en su propia saliva—. Venga, cuanto antes empecemos, antes acabaremos.

          No es que le convenga, pero al menos la abogada parece ser consciente de lo que Potter se está jugando aquí, piensa Pansy. Pero cuando Lisa logra sacar a Harry de la protección del biombo, la misma Pansy tiene que ahogar un gemido, al igual que el resto de personas en el estudio.

         —¡Empecemos! —ordena con decisión, apartando la mirada. Pero susurra maliciosamente al fotógrafo— Y cómo te empalmes, te despido.

         —¡Soy un profesional! —responde airado André. Para después empezar a repetirse mentalmente la misma frase: soy un profesional, soy un profesional, soy un profesional…Tratando con todas sus fuerzas que la mirada no se le vaya a cierta parte de la anatomía del jugador.

         Mientras tanto, Lisa, todavía en una aparte con Harry, está intentando que salga de la situación lo más airoso posible.

         —Escúchame, Harry, y escúchame bien. Tienes un cuerpo de infarto, nada de qué avergonzarte. Todo está —intenta evitar que la mirada se le escurra otra vez más abajo, donde se encuentra la generosa virilidad de su cliente—… más que bien. Ellos creen que te van a hacer pasar un mal rato, pero vas a ser tú quien se lo haga pasar a ellos.

         Harry emite un bufido sarcástico.

         —¿Estás segura, Lisa? Yo no veo a nadie con los huevos casi al aire, perdóname…

         —Solamente haz lo que el fotógrafo te indique y déjalos con la boca abierta —Se vuelve hacia los demás—. ¡El señor Potter ya está listo!

         —¡Lisa! —gime el jugador en un último intento de que ella pare todo esto.

         Pero la abogada camina con paso decidido hasta donde se encuentra la relaciones públicas de Industrias Malfoy y la reta con una sonrisa de triunfo. Pansy pasa de ella, concentrada en encontrar la manera de que Potter lo pase lo peor posible, y se dé cuenta de que tan solo firmando ese nuevo contrato se librará de la humillación.

         Al principio se, nota que Harry está tenso. Con la postura encogida y la expresión de querer estar en cualquier otro sitio menos aquí, a duras penas sigue las instrucciones que le va dando el fotógrafo. No es hasta el tercer cambio de ropa, un mono de color rojo fuego con una llamarada en el pecho, y la ejecución de un hechizo que logra que su pelo se mueva como si estuviera volando, que se produce el cambio.

         —Eres un verdadero diablo, Harry —le anima André, quien ya no puede reprimir su entusiasmo—. Los buscadores rivales no tienen ninguna opción contigo…

         Inesperadamente, Harry vuelve la cabeza hacia él y le sonríe. André casi se corre en los pantalones.

          La foto está en todas partes: revistas, periódicos, vallas publicitarias mágicas e incluso en el estadio de los Cannons. Una imagen mágica de Harry, volviendo la cabeza y sonriendo, a la que le han añadido una snitch que revolotea a su alrededor, recibe al público en medio del estadio antes de cada partido. Otra de cuerpo entero, que no deja nada a la imaginación, está en cada uno de los accesos al campo, con el lema, DALE LIBERTAD A TU CUERPO. Ropa Deportiva MagicSport, de Industrias Malfoy.

          Ha habido burlas y chistes por parte de los compañeros, pero Harry se las ha tomado con bastante filosofía, siguiendo las instrucciones de Lisa: calma, sobre todo, calma, Harry. Esto les explotará en la cara a ellos. Tiene tantas peticiones de entrevistas, incluso de periódicos y revistas extranjeras, de asistencia a eventos y tantas cartas de fans locos por recibir una foto suya firmada con ese mono rojo, que el club ha tenido que poner una persona solamente para él con el fin de gestionar tal alud de correspondencia. Los Chudley Cannons jamás han sido el centro de atención de forma tan apabullante, ni siquiera por el hecho de estar disputando el primer puesto en la liga esta temporada.

         La dichosa foto, ha provocado también un ligero enfrentamiento entre Draco y su relaciones públicas.

         —¿De dónde coño has sacado esa ropa, Pansy? Sabes muy bien que nosotros no fabricamos nada así.

         La primera señal del cabreo de Draco es llamarla Pansy, cuando utiliza siempre el diminutivo Pans para dirigirse a ella.

         —De una tienda muggle, cariño, en Picadilly. Almacenes Lillywhites, si no recuerdo mal. La verdad, pensé que Potter se negaría a ponérselas, pero ya ves, nos ha salido exhibicionista, el chaval.

         Draco la fulmina con la mirada.

         —Quiero que retires esos anuncios.

         —¡Ni en broma! —exclama ella—. Nuestros diseñadores ya están trabajando en una línea deportiva real de esas prendas. ¿Sabes la demanda que ha suscitado el anuncio publicitario del cuatro ojos? ¡Cuando las tengamos hechas nos las quitarán de las manos, Draco!

          El mago aprieta los labios, consciente del berenjenal en el que se han metido con el único fin de doblegar a Potter a aceptar la firma del nuevo contrato. Regresa la mirada a las fotos que tiene esparcidas encima de la mesa, la del mono rojo encima de todas ellas. Puede que en el colegio Potter fuera un chico delgado, casi enclenque, sin ninguna gracia. Pero ahora… Esa ropa no disimula ni un centímetro de su cuerpo, como si fuera una segunda piel. La mirada de Draco se pasea tanto por el voluminoso paquete que la tela no puede esconder, como por las torneadas piernas del jugador. Inconscientemente, rebusca entre las demás fotos hasta encontrar una en la que ha quedado perfectamente plasmado el también perfecto culo de Potter.

         —Deberías habérmelo consultado antes —recrimina después con un ligero carraspeo.—. Te habría dicho que no las hicieras. No de esta forma, al menos.

         —Claaaaro —se burla ella—. ¿Entonces no eras tú el que me dijo, Pans, haz lo que sea necesario? Sería alguien que se había tomado una multijugos, entonces…

         —Pans…

         —¡Pero si se te han salido los ojos de las órbitas en cuanto las has visto! Juraría que hasta babeabas…

        —¡Pansy! —Draco intenta recuperar la compostura y no maldecir a su amiga— Sal de mi vista, Pans, antes de que busque mi varita y te deje calva.

         Ella suspira dramáticamente y se acerca para dejar un beso en la mejilla de su amigo.

         —Ordena tus prioridades, cariño, porque creo que no las tienes muy claras.

         Y sale del despacho antes de que Draco pierda realmente la paciencia y cumpla su amenaza.

         Draco se sienta tras la mesa de su despacho y empieza a recoger las fotos para devolverlas a su carpeta y después guardarlas en un cajón bajo un hechizo de privacidad. ¡Maldito Potter!

         

LA DOMUS DE LIVIA
©Mayo 2015 by Livia

bottom of page