top of page

El Íncubo Travieso
by Livia

—¿Y tú quién eres? —pregunta agresivamente Draco, volviéndose hacia él.

Entonces, Neville mira a Draco significativamente.

—Pero parecía estar mejor cuando estabais juntos… —dice.

El mini Hagrid suelta un ¡mierda! que hace que Draco entrecierre un poco los ojos y se pregunte qué diablos está pasando aquí. Pero después vuelve su atención a Neville.

—¡Por supuesto que estaba mejor! Un íncubo no puede atacar a su víctima cuando está con su marido, novio, amante… ¡lo que sea!

El barbudo suelta otro ¡mierda! y Draco se encara con él, dispuesto a determinar por qué unos completos desconocidos están en esta conversación. Pero antes de que pueda decir nada, Neville le habla al barbudo en un tono acuciante.

—Si Harry está en casa, solo tú y tu mujer tenéis acceso. Los demás no podemos sin su permiso.

¿Sólo el barbudo y su mujer? Draco aprieta las mandíbulas mientras empieza a atar algunos cabos. Solo hay dos personas que, por lógica, podrían entrar en casa de Harry porque son de su entera confianza.

—Voy a averiguar lo que está pasando aquí —advierte en tono acerado—. Pero, de momento, os agradecería que no perdiéramos más el tiempo ¡porque Harry ya podría estar muerto!

Cuando empiezan a dirigirse hacia la salida —y se ha unido a ellos un tipo de aspecto algo sádico—, el barbudo dice en tono autoritario:

—Tú no vienes, Malfoy.

—¡Intenta impedírmelo, Weasley!

Un tercer ¡mierda! sale de los labios de Ron. Bien, ya arreglarán lo de Malfoy más tarde.

—¡No discutamos ahora! —les grita Neville.

Ron suelta un resoplido, pero ya no impide que Draco los siga.

El humano jadea sobre la cama, apenas sin aliento. Correrse ha agotado las últimas fuerzas que le quedaban. El íncubo contempla a su víctima con una sonrisa satisfecha. Ha disfrutado mucho con este humano. Y disfrutará todavía más cuando ese otro humano rubio y presuntuoso sepa que se ha quedado sin su amante. Sabe a quién está matando. Alguien importante en el mundo de los magos. Y se ha asegurado de que los cuatro magos del Íncubo Travieso tengan los suficientes problemas cuando encuentren a Harry Potter muerto en una de las habitaciones del club tras consumir Aliento de Dragón. Le llevará hasta allí cuando el club haya cerrado.  El íncubo mira a su víctima, que ya apenas respira. Tal vez, no se habría convertido realmente en su víctima si ese mago estúpido, Draco, no hubiera interferido porque quería a Potter para él. El íncubo se inclina sobre Harry y pasa la mano bajo su cabeza, levantándola un poco. Acerca a sus labios un pequeño vial.

—Muy bien, humano, ahora el toque final…

Ron ha tenido que manipular las protecciones de Harry para que todos puedan aparecerse. Lo hacen en la sala de estar, donde se encuentra la chimenea. Harry no está aquí y Ron hace un gesto con la mano para indicarles a los demás que le sigan.

En la casa reina un silencio absoluto y ellos no lo infligen. Se puede percibir la energía negativa que emana del ambiente, que les eriza los pelillos de la nuca y de los brazos. Los dormitorios están arriba, así que se dirigen con absoluto sigilo hacia la escalera que sube a la primera planta del cottage.

La puerta de la habitación de Harry está abierta. De ella sale un sonido angustioso, apagado, como un estertor. Ron es el primero en asomar la cabeza. Y después Draco. Harry está sobre la cama, desnudo, desmadejado. Entre sus piernas hay una criatura horrible inclinada sobre él. Tiene el aspecto de un demonio, de piel grisácea, verrugosa. Dos grandes alas, como de murciélago, están recogidas en su espalda. Son más oscuras que su piel y parecen tener la textura de una telaraña muy tupida. No tiene pelo, pero si un par de cuernos cortos y retorcidos. Con sus uñas largas y negras está abriendo los labios de Harry y empieza a verter el contenido de un pequeño vial en su boca.

—Muy bien, humano, ahora, el toque final… —murmura.

Los cinco hechizos caen sobre el íncubo al unísono. No han tenido tiempo de ponerse de acuerdo, así que cada uno ha lanzado lo primero que se le ha venido a la cabeza. Sin embargo, ha sido efectivo. El íncubo se ha desplomado sobre Harry y todos se apresuran a quitárselo de encima. Cho lo envuelve en cuerdas mágicas, tan apretadas, que difícilmente podrá desprenderse de ellas. Terry rescata el pequeño vial —que gracias a Merlín no se ha roto— y lo manda directamente a la oficina para guardarlo como prueba.

—Todavía respira —informa Ron, quien a pesar de todo no parece aliviado—… Nev, urgencias de San Mungo, rápido.

Después se inclina sobre Harry y cachetea sus mejillas. Pero Harry solo mueve un poco la cabeza de un lado a otro con las pequeñas cachetadas que Ron le propina. No abre los ojos en ningún momento. Draco se limita a observar, angustiado, sin atreverse a intervenir. Lo único que ha hecho ha sido cubrir rápidamente el cuerpo de Harry con la sábana tan pronto le han sacado el íncubo de encima. No sin antes notar el asqueroso color del semen que se deslizaba entre sus nalgas y el que había sobre su vientre, que sí parecía suyo. El rostro de Harry está pálido y demacrado. Su pecho apenas se eleva, su respiración es casi imperceptible. Su piel está húmeda, cubierta de un sudor frío que ha empapado un poco la sábana. Draco aprieta la mandíbula y guarda silencio mientras observa al barbudo, al rubito y al que tiene aspecto de sádico moviéndose por la habitación. Si el barbudo es Weasley, se pregunta quienes serán los demás. Toma la mano de Harry. Está fría. Pero la mantiene entre las suyas tratando de calentarla. Longbottom entra entonces como un vendaval en la habitación.

—¡Ya están aquí!

Los sanadores del equipo de emergencias tardan un buen rato en estabilizar a Harry, antes de poder trasladarlo al hospital mágico. Y, a pesar de que ha estado en todo momento pendiente de Harry y de los sanadores, a Draco no le han pasado desapercibidas las petacas que en un momento u otro Weasley y los demás han utilizado. Multijugos. Pero, ¿por qué?

Cuando por fin se llevan a Harry, Neville acompaña a Draco fuera del cottage para que pueda aparecerse donde quiera.

—Vete a casa, Malfoy. Hablaremos mañana —dice, sin darle oportunidad a Draco a protestar—. Ahora es cosa nuestra.

Y se aparece, dejando a Draco solo en el jardín del cottage de Harry. Draco deja escapar un bufido. ¿Que ahora es cosa suya? Irritado, vuelve al club para hablar con Theo y con Blaise. Tiene la impresión de que las cosas van a complicarse para ellos a partir de ahora.

Tienen que pasar tres días para que Draco reciba una lechuza en su apartamento con una escueta nota: Harry está estable, pero todavía inconsciente. Casi al mismo tiempo, llaman a la puerta de su apartamento.

—Amo, hay unos hombres en la puerta que preguntan por usted.

Draco deja escapar un suspiro. Ya estaban tardando. La última vez que Dago dijo eso, él se encontró en un sótano bastante deprimente.

Los últimos días han sido una locura, pero esta vez han podido contar con sus abogados. Sorprendentemente, los interrogatorios se han llevado a cabo en el Ministerio, no en el sótano de la primera vez. Sin embargo, los aurores parecen ser los mismos. Sin embargo, en esta ocasión, Draco ha logrado mantener a Pansy al margen. No ha sido muy difícil demostrar la poca implicación que tiene ella en la gestión del club.

Sus abogados presentan varios recursos para evitar el registro del Íncubo Travieso, que de momento permanece cerrado. Pero, finalmente, el registro se lleva a cabo y los aurores encuentran un pequeño alijo de Aliento de Dragón en una de las habitaciones, escondido tras la rejilla del aire acondicionado. Ese es el momento en que los detienen oficialmente, sin que sus abogados puedan hacer nada por evitarlo. Lucius Malfoy monta en cólera y amenaza con llevar al mismísimo Ministro ante el Wizengamot.

Ha pasado más de un mes desde que evitaron que el íncubo matara a Harry, pero Draco no ha sabido nada más de él. La nota que le envió Longbottom decía que estaba estable, pero todavía inconsciente. Después, silencio. Tiene mucho tiempo para pensar en su celda del Ministerio. No los han trasladado a Azkaban todavía, pero Draco sabe que es allí donde acabarán. Se pasa la mayor parte del tiempo pensando en Harry. Deseando saber cómo está; intentando atar cabos sobre su relación con el extraño grupo que acudió a su casa. Uno era Weasley, de eso está seguro. Pero, ¿qué hacía en el club escondido bajo la poción multijugos? Y Longbottom los conocía a todos, eso también lo tiene claro. Draco empieza a estar un poco desesperado.

Cuando esta mañana un auror se presenta en su celda y le esposa para sacarle de ella, Draco está convencido de que van a trasladarle a Azkaban, a la espera de juicio. Sin embargo, le llevan a una sala donde también se encuentran Theo y Blaise. No se han visto desde que los detuvieron. Theo parece estar mucho más entero que Blaise. El auror le indica una silla junto a la de Theo y Draco se sienta. Se quedan solos cuando el auror abandona la sala.

—¿Qué querrán ahora? —pregunta Blaise en tono nervioso— ¿Un careo?

—Será mejor que no hables, Blaise —aconseja Theo, calmado—. O acabarás cacareando.

—¿Estáis bien? —pregunta Draco.

Theo asiente.

—¿Y tú?

Pero a Draco no le da tiempo a responder porque la puerta de la sala vuelve a abrirse en ese momento y los tres dirigen sus miradas hacia allí.​​

LA DOMUS DE LIVIA
©Mayo 2015 by Livia

bottom of page